Sylvia siempre dice que no a las espinacas. Pero un día, la maestra de Sylvia le da un paquete de semillas de espinaca para que las plante en el jardín de la escuela. Superando su desgana inicial y dando a las semillas un poco de amor y paciencia, Sylvia descubre la alegría de cultivar alimentos y el placer de probar algo nuevo.